De la mano de Agromillora, este centro tiene un proyecto de investigación para estudiar variedades resistentes que reducirán los tratamientos a menos de la mitad
La posibilidad de contar en un futuro cercano con variedades tolerantes a mildiu y oídio cada vez está más cercana. El Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León, ITACyL, en colaboración con Agromillora, investiga a través de varios cruzamientos desarrollar variedades resistentes a estas enfermedades endémicas del viñedo.
Un estudio conjunto, que se está desarrollando con otros centros tecnológicos de nuestro país, se está llevando a cabo para estudiar el comportamiento de estas variedades en diferentes ambientes. En concreto son nueve variedades nuevas, sin registro, cruzadas con las variedades más conocidas y representativas de nuestro país. Además de dos variedades testigo para comparar resultados que en este caso son la Tempranillo y la Verdejo.
Las variedades estudiadas proceden de un programa intensivo de hibridación realizado por la Universidad de Udine (Italia) con el fin de obtener variedades resistentes al mildiu y al oídio. Estas variedades son el resultado de un retrocruzamiento secuencial, dando un alto porcentaje del genoma de Vitis vinifera y, en una proporción minoritaria, no más del 5-10% de otras Vitis ssp. que contribuyen a los genes de resistencia a las enfermedades (mildiu y oídio). Estas variedades son:
– Fleurtai (blanca).
– Soreli (blanca).
– Sauvignon Kretos (blanca).
– Sauvignon Nepis (blanca).
– Sauvignon Rytos (blanca).
– Cabernet Eidos (tinta).
– Cabernet Volos (tinta).
– Merlot Khorus (tinta).
– Merlot Kanthus (tinta).
También se han estudiado dos variedades tradicionales de cultivo a modo de testigo como son la Tempranillo (tinta) P y la Verdejo (blanca). El diseño experimental es en bloques al azar con cuatro repeticiones de cada variedad y una parcela elemental de quince cepas. Durante el ciclo vegetativo no se ha aplicado ningún tratamiento fitosanitario en el viñedo.
Este estudio agronómico comenzó en el año 2018 y está previsto que finalice en el 2023. “Aunque hasta el final del estudio no tendremos los resultados definitivos, ya vamos analizando datos, y en el año 2022, las mediciones serán lo suficiente robustas para sacar conclusiones”, explica Enrique Barajas, investigador de viticultura del ITACyL. En España para registrar una variedad nueva hay tres vías, que al menos esté registrada en otra comunidad autónoma colindante con Castilla y León durante dos años, que sea una variedad local antigua recuperada o que se haya realizado un estudio de al menos cinco años de datos agronómicos y enológicos como es este caso.
Los responsables del proyecto, José Antonio Rubio, jefe de la unidad de cultivos leñosos del ITACyL, junto con el investigador de viticultura de este centro, Enrique Barajas.
Todavía queda tiempo porque estamos en el tercer año de investigación y hasta el año 2027, las nuevas variedades no se podrán registrar. Aunque las primeras conclusiones son esperanzadoras.
El objetivo es conseguir unas variedades tolerantes que ofrezcan un vino de calidad. De ahí, que en este proyecto participe también la Estación Enológica de la Junta de Castilla y León ubicada en Rueda.
En la campaña de 2021 se han realizado cuatro elaboraciones de cuatro variedades, dos blancas y dos tintas, que según Alberto Martín, el enólogo de la Estación Enológica, “recuerdan a las variedades de las que proceden”.
“Las variedades resultantes no serán 100% resistentes, aunque apuntan a que serán muy tolerantes algunas de ellas. La estrategia inicial de este consorcio de investigación en el que participan tantas instituciones es reducir los tratamientos fitosanitarios un 75% en comparación con un manejo del viñedo convencional sin que se resienta la calidad de los vinos”, comenta Enrique Barajas.
Para este investigador del ITACyL, no estamos lejos de poder conseguir pasar de ocho tratamientos para el oídio a tres. “Ahorraríamos significativamente los costes a la vez que preservaríamos el medio ambiente”, señala Enrique Barajas. La idea es ir ajustando los tratamientos según los datos obtenidos y poder obtener una uva de calidad de la cual se puedan obtener grandes vinos, todo ello bajo la premisa del cultivo y manejo del viñedo en ecológico.
A tenor de los resultados observados hasta ahora, el cultivo de las variedades estudiadas con su menor o mayor nivel de resistencia al mildiu y al oídio, podría ser una buena alternativa en zonas donde la presencia de estas patologías se presente de forma constante y/o endémica año tras año. Además, supone un beneficio en varios aspectos: económico, al disminuir el número de tratamientos fitosanitarios aplicados; medioambiental, al no aplicar al medio productos de síntesis; y saludable, al obtener un producto más sostenible y sano para el consumo, al contener menos residuos.
Por último, hay que señalar que estos resultados son preliminares y sería conveniente seguir estudiando en los próximos años el comportamiento de estas variedades ante dichas enfermedades, así como otras patologías que afecten al viñedo. Además, sería muy interesante conocer el comportamiento agronómico de estos cultivares en diferentes zonas de cultivo y su aptitud enológica para la elaboración de vinos de calidad.
Racimos de la variedad Soreli.
