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Por Ignacio Mucientes, Ingeniero Agrónomo y Decano del COIACLC

El agua es vida; el agua es sanidad y el agua es dinero. Así de sencillo. Muchos son los dichos y refranes entorno al agua que nuestros mayores nos enseñaron antaño y que han pervivido a lo largo del tiempo. En lo que al agro respecta ya nos lo indica un compañero nuestro, Jaime Lamo de Espinosa y Michaels de Champourcin: “la agricultura del mañana será de regadío o no será agricultura”. Para ello, como no puede ser de otra manera, hay que mejorar o crear nueva infraestructura hídrica e hidráulica. Hacen falta nuevas presas, pozas y embalses que permitan, siempre con el mayor respeto posible al medio ambiente, acumular agua para diferentes usos. El agua es un recurso escaso del que hacer un buen y correcto uso que no puede ser despilfarrado. Esto lo abordaremos en sucesivos artículos.

El panorama ha cambiado por completo en los dos últimos meses. Tomamos como referencia el comienzo del año agrícola (1 de septiembre) y comprobamos que en unos cuantos municipios de Castilla y León la pluviometría caída se acerca, de media, a los 190 l/m2 (algunos pasan de los 200). El agua caída ha sido fina, suave, sin hacer daño ni al suelo ni al cultivo permitiendo una correcta nascencia y desarrollo del cereal. Dar un paseo por el campo es poder parcelas alternas con un desarrollo similar, es ver el agua acumulada en las cunetas o incluso deslizarse por algunas pendientes, es volver a ver el verde en senderos y trotas. En definitiva, es contemplar que el campo vuelve a renacer y que las temperaturas vuelven a ser las parecidas a alas de antaño en esta época. No pasa nada porque siga lloviendo, cuánta más gua caiga ahora, mejor. El efecto “bodega” se instaurará de manera uniforme en el campo y eso va a permitir que en las variedades de ciclo largo pueda aguantar mejor la ausencia de lluvias y la subida anormal de temperaturas en primavera. Para más adelante si las heladas hacen aparición en su justa medida provocarán que las raíces penetren más profundamente y que la “porreta” engorde lo suficiente para dar mayor sujeción y firmeza a la planta.

El contraste es brutal si lo comparamos con nuestros campos yermos, ya no sólo en verano sino al inicio de este otoño, dónde pisarlas parcelas era un horror. La ausencia de agua provocó pérdidas de hasta 1.8 Tm/Ha en el cereal; que las leguminosas ni se cosechasen en muchos pueblos y que las oleaginosas hayan bajado considerablemente su producción. Esto en lo que respecta a los cultivos COP; pero que, si vamos a los leñosos de cualquier tipo, observamos que las producciones han sido exiguas en casi todos los cultivos.

Las altas temperaturas provocaron grandes pérdidas por evapotranspiración, que el agua acumulada en los embalses mermase considerablemente; que se restringiese el agua de riego y que, incluso muchos animales no criasen con en años anteriores. Muchos han sido los cazadores que han practicado la caza de la codorniz durante la media veda en la que no han visto pájaro alguno (a su debido momento se marcharon casi todas); otras, como la perdiz, no sacaron y si lo hicieron los perdigones se murieron al poco tiempo por no poder matar los parásitos y no coger fuerza suficiente ante la ausencia de artrópodos, insectos, otros. Tres cuartos de los mismo ha ocurrido con los conejos y las liebres. Esto se ha traducido en que muchos de los cotos no han abierto y si lo han hecho, con restricciones que permitan tener un número determinado de animales que pueda criar para el año que viene.

Pero el mal, no sólo se asienta en la fauna y en la flora silvestre. Nuestro subsector pecuario las ha pasado, y sigue pasando canutas. Ya no es sólo el incremento de los inputs de producción (especialmente luz y combustibles) sino que incluso el precio, por ejemplo, pagado por la leche en el vacuno, no ha acompañado hasta hace bien poco y ha provocado que muchas explotaciones cerrasen sus puertas.

Resumiendo, el patio está feo. Esperemos que este año las lluvias caídas den la vuelta por completo a la situación vivida en 2022, que desde luego no va a ser recordado como un año de los buenos, en lo que a agricultura respecta.

Autor: Ignacio Mucientes. Ingeniero Agrónomo y Decano del COIACLC.

 

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