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¡Este año no te quejarás!, le habían dicho ya varias veces, amigos, vecinos y compañeros de otras lides. Ajenos a su oficio, a modo de enhorabuena

Lo había dicho una y mil veces. Era un descanso. Era un consuelo, antes de volver a nombrarlo.

Ya contaba con ello. Cada año era diferente, pero lo mismo al fin. Caprichosa y variable la meteorología. Atormentada esta vez. Alegría en campos de cebada, avenazos, y penas; granizos, Bromo, Vallicos y Amapolas, de trigo.

¡Este año no te quejarás!, le habían dicho ya varias veces, amigos, vecinos y compañeros de otras lides. Ajenos a su oficio, a modo de enhorabuena.

Era un jueves, y estaban premiando a un grupo selecto de profesionales del campo. Empresa agrícola y ganadera, personaje, innovación, proyecto ecológico, juventud, cooperación, pymes, lideres emprendedores ….; reconocimientos surcados. Cristina, mediante, con diligencia.

Al dirigirse hacia el lugar, había observado ese cielo gris extraño, familiar en el oficio por sus nubes ascendentes; premonición de tormentas. Posible en la primavera.

Televisión y medios de prensa. Brillantes Premios Surcos; valores, grandes ideas, siembra directa, agricultura de precisión, logros ecológicos en campos inexplorados. Modelos hacia la empresa mayor y mejor. Emprendeduría rural. Nichos de mercado. Afuera y lejos llovía, y saciaba. ¡Agua en demasía!

Hacía ya varios años que no volteaba el suelo; la tierra en su sitio, con su producto, pensaba. Era su medio de vida. El suelo podría perderse, diluirse, pero no esta vez. Había visto, ríos de agua, de lodo. Dedos de la mano desgarrando la tierra ladera abajo, descubierta la impúdica suela de labor; suelo perdido. Pero eso ya no iba a pasar mas. Al menos, en las parcelas que él llevaba.

La lluvia en mayo es el optimo, es lo mejor que puede pasar, no cabe duda. Pero, aquella primavera era, mala. Mala y buena. Desproporcionada y comedida, a la vez.

Los agraciados leían sus discursos, o lo intentaban, entre lágrimas de felicidad, aprecio y agradecimiento a sus maridos, madres, padres e hijos, maridos y mujeres nuevamente; sin su apoyo imposible crear, difícil pensar, difícil creer, difícil responder a su banco por las inversiones acometidas y la ayuda prestada.

Y mientras, el azar repartía chorros de hielo. Por encima de los campos sembrados de girasol aún tiernos y los cereales, espigados ya.

El teléfono móvil, hervía; Twitter, Facebook, Whats-App arrojaban crónicas alarmantes, por doquier y en tiempo real; la cruda realidad también en el oeste palentino.

Es inflexible la primavera, cuando de agua se trata. Esta vez falló la forma, su estado, y la manera de caer. Se llora por dentro cuando en un día como aquel, por pedir lluvia, que es lo natural, y ser concedida la petición, al cielo se le va la mano justo al límite de lo sembrado.

Había nacido en una casa donde el riesgo era cosa natural y propia. Alguien con quien se vive, se nace y se duerme. Con quien uno se juega los cuartos a diario. El pariente que se cuenta como uno mas.

No había grano que vender porque nada sobraba de la exigua campaña anterior. Esperaba producto.

Mentó de nuevo…………………………“M”.

Autor: Carlos Garrachón Arias. AVAC

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